Esencia y consecuencia
El anhelo de ser auténtico es muchas veces un deseo que se enquista, que parece que viene fuerte y que en el momento de la verdad se recoge en sí mismo. Y se queda dentro. Y duele. Porque no es un anhelo frustrado sin más, es un deseo, encendido en el corazón, que no deja de luchar por salir.
Al final, no sé, Señor, qué duele más. Si la vergüenza, la humillación, la burla, la difamación, la persecución… o pelear contra un deseo profundo del alma, contenido por miedo al sufrimiento. Lo peor de todo es que, muchas veces, soy yo misma quien humilla, quien se burla, quien difama, quien persigue y apunta con el dedo. Tú sabes que esa no soy yo, pero yo no siempre lo tengo claro. A veces se me olvida, a veces no quiero, a veces simplemente es más fácil retirarte la mirada. Eso sí me da vergüenza: hablar en tu Nombre y no hacerte justicia. No es la intención de quien habla lo que hace mella en el corazón del que escucha. En la carrera, aprendí algo que seis años después recuerdo como pilar fundamental a la hora de expresar un mensaje:
Entre lo que pienso, lo que quiero decir, lo que creo decir, lo que digo, lo que quieres oír, lo que oyes, lo que crees entender, lo que quieres entender y lo que entiendes, existen nueve posibilidades de no entenderse.
¿Cuál es mi objetivo cuando hablo de Ti a los demás?: ¿quiero quedarme a gusto y soltar lo que llevo dentro, o quiero que otros te conozcan, de verdad? Para conocer a una persona, no basta con saber quién es, no basta con saber qué dicen de ella, o qué opinan o qué dicen que dice. Yo puedo ser testimonio, pero, Señor, ¡el mundo está lleno de testimonios limitados!, ¡el mío, el primero! Soy limitada. Muchas veces, me empeño en ser quien no soy, solo porque está mejor visto ser de otra manera. Y es ahí cuando me olvido de que me amas, de que me has hecho bien. Me has hecho libre. A veces se me olvida que soy yo quien toma las decisiones, y, por tanto, puedo equivocarme. Entonces, ¿cómo puedo hablar de Ti a otros sin que mi límite y mis circunstancias se entrometan?
Solo tengo que ser yo, en esencia y no en consecuencia. Tengo que hablar del Evangelio, de los deseos profundos del corazón, y menos de posturas u opiniones que son refutables por el simple hecho de ser mías. Tengo que hablarles de tu esencia, no de tu consecuencia.
Te pregunto a ti, que lees esto: tu testimonio, ¿es esencia o es consecuencia?