El mayor regalo es el que se da, sin duda alguna. Muchas veces nos han prometido felicidad en el servicio. Y, la verdad, nunca falla. Dar a los demás llena el corazón de una manera indescriptible. Por eso, hoy queremos regalaros el auténtico espíritu navideño: compartir.
Esas cervezas que planeabas tomar mañana con tus amigos, déjalas; ese plan que tenías el viernes de ir a cenar, déjalo. Coge a tu gente y regálales lo más valioso que tienes, para que, a su vez, ellos regalen a otros lo más valioso que tienen: tiempo.
Deja las redes en las que estás atrapado y síguele. A veces Él te dará peces; otras, te enseñará a pescar. Nada queda al azar bajo sus planes. ¿Por qué tienes miedo a aceptarlos?
¿Cuántas veces, intentando llevar al mundo el Evangelio, algunos te han rebatido con “la hipocresía de la Iglesia”? Tu testimonio es crucial. Predicar con el ejemplo es crucial, porque las palabras, cuando son depositadas en el vacío, se las lleva el viento. Échate a las calles, sonríe, abraza, perdona. Estamos hechos a Su imagen y semejanza. Estamos hechos para dejarlo todo y ser sus apóstoles.